El «calbote» en el IES Turgalium.
El jueves 31 de octubre durante el recreo celebramos en el IES “Turgalium” la tradicional fiesta del otoño “la Calvochá, carbote o calbote”, en torno a las castañas, un fruto tradicional de esta estación, recordando la costumbre de esta fiesta tan típica que se realizaba con la recogida de las castañas, en agradecimiento por la cosecha recibida.
En el norte de Extremadura, se denomina “calvochá” a la merienda que las vísperas del día de Todos los Santos se realiza en el campo. Es una fiesta que consiste en asar castañas (calboches) en la lumbre o en los calvocheros puestos al fuego. Antiguamente se la relacionaba con la necesidad de mantenerse despierto esa noche, ya que toda la noche, las campanas doblaban recordando la necesidad de rezar una oración por los difuntos.
Desde el paleolítico el hombre se alimentó de castañas y bellotas. Con la expansión del cultivo de castaños por los romanos, se convirtió en la base de la alimentación, como fruto fresco, seco o molido para hacer harina. En el siglo XVI la llegada del maíz y la patata de América hicieron que las castañas perdieran su protagonismo en la alimentación. Con esta fiesta, la castaña recupera la importancia que el maíz y la patata le fueron arrebatando en los últimos siglos.
Es una tradición de origen medieval y cristiano, que procede del Samhain el “final del verano” que celebraban los pueblos celtas. El Samhain, ha dado lugar también a la festividad sajona de Halloween.
El día 1 de noviembre, los celtas apaciguaban los poderes del otro mundo y propiciaban la abundancia de las cosechas con la celebración de la fiesta «Samahaim», la cual era, para unos, el comienzo del invierno y, para otros, el final de verano; en todo caso era el principio de una nueva gestación y de un periodo de intensa comunicación entre los habitantes de éste y del otro mundo. Se reunía una gran multitud porque era una fiesta obligatoria. Quien no asistía corría el peligro de perder la razón. La fiesta era para los celtas una concentración de lo sagrado en un tiempo y en unos lugares determinados, era el momento en el cual se habían producido grandes acontecimientos cósmicos, y cuando tenía lugar la muerte tanto ritual como simbólica del rey y su reemplazamiento.
Por las mismas fechas, los romanos celebraban las saturnales. El mundo de los espíritus se entreabría y salían personajes de pesadilla, las almas tenues, los cuerpos que habían sido enterrados y las sombras. Todos se nutrían de los platos depositados sobre las tumbas. El día exacto de la celebración depende de la tradición oral. «¿Por qué buscas en el calendario una fiesta móvil?», le pregunta la musa a Ovidio. Pero si la fecha es variable, la época es inmutable: «Cuando la tierra es fecundada por las simientes que sobre ella se derraman» (Ovidio, Les fastes, lib. I, vv. 657-664).
El cristianismo celebra la festividad de Todos los Santos, coincidiendo con el inicio del calendario celta. El papa Gregorio IV instituyó la fiesta de Todos los Santos para celebrar y honrar a los santos y la de los Fieles Difuntos para purificarlos con ritos y oraciones para que pudieran entrar en el cielo y disfrutar de la visión beatífica de los bienaventurados. La Iglesia, como todas las revoluciones culturales, trató de aprovechar las fechas importantes de calendarios anteriores para convertirlas en referencias temporales y vehículos del nuevo mensaje.
Esta celebración se realiza bajo otros nombres pero con el mismo ritual en otros lugares de Europa. En España, la Calbotá es propia del Valle del Tiétar, Sierra de Béjar y La Vera, en Las Hurdes se llama carbochá (en dicha comarca extremeña existe la creencia popular de que el Fuego de Todos los Santos sirve para calentar a las ánimas que rondan alrededor), en Galicia se llama Magosto, Magnus Ustus (gran fuego) o Magum Ustum (resaltando el carácter mágico del fuego). En Asturias se le conoce como Magüestu, en el País Vasco es el Kastañarre-eguna (día de las castañas) y en Cataluña las casnyadas. En Portugal es el Magustu y en el sur de Francia se comen también castañas en ese día. Los elementos comunes de esta fiesta son la celebración en el mes de noviembre y el tener como elementos principales la castaña y el fuego.
En Extremadura, previo a La Carbochá o (Calbochá), se realiza lo que comúnmente se denomina La Chiquitía o La Chaquetía, que consiste en que los chavales y chavalas del pueblo salen todos juntos a recoger las castañas al campo. También se denomina de la misma forma a una tradición en la que los más jóvenes el día 1 de noviembre, van pasando de casa en casa pidiendo “La Chiquitía”, recibiendo a cambio todo tipo de frutos del tiempo, dulce de membrillo, boniatos, granadas y tortas típicas. Después, una vez que se han hecho con el botín, reúnen lo conseguido entre todos y realizan la celebración de la fiesta de la castaña en torno a la hoguera. Curiosamente esta actividad recuerda al “truco” o “trato” del Halloween de los niños anglosajones, fiesta que se celebra en la misma fecha, van por las casas cantando la siguiente cantinela o cancioncilla.
Tía, tía, dame la chiquitía,
que si no no eres mi tía
Con diversas variantes:
Los pollos de mi tía
unos cantan y otros pían
y otros piden:
¡castañas cocías!
¡Tía, la chaquetía!
Inicialmente la chiquitía era el aguinaldo o estipendio que los niños recogían de sus familiares o vecinos para atender los toques en los campanarios el día 2 de noviembre conmemoración del día de los difuntos.
Pero ¡qué noche tan triste, la de Todos Los Santos, para las abuelas y madres con el recuerdo de los familiares difuntos! ¡Pero qué terrorífica para los más pequeños que ya en la cama nos tapábamos con las pesadas mantas de lana para no escuchar el tañido de las campanas de la iglesia a muerto durante toda la noche que se nos hacía eterna! ¡Y qué noche de fiestas para los mozos, que para llevar de la mejor manera el toque de campanas y caer en la profundidad del sueño, bebían en la taberna, bebían en el campanario y, claro, al fuego que hacían en la torre se calentaban y asaban los calvoches!
Es una fiesta, asociada con un acontecimiento funerario, en el que castaña y vino nuevo protagonizarían los papeles de muerte y vida, respectivamente. La castaña es una alegoría, del alma de los difuntos. La castaña que se toma simbolizaría un alma liberada del purgatorio. Consumada la carbochá, hay que dejar algunas esparcidas por el suelo con la finalidad de que acudan los espíritus de los fallecidos para calentarse y participar del evento, uniendo, una vez más en el imaginario colectivo rural, el mundo de los muertos con el los vivos.
Para todos nosotros supuso un deleite para el paladar degustar las excelentes castañas del Jerte y de otros lugares extremeños ¡gracias a algunos profesores y alumnos¡ asadas en el huerto del Instituto y una ocasión para confraternizar alrededor del fuego con mucha alegría y buen humor, rememorando la tradición de la “Calbochá”que para muchos de los participantes era desconocida. Resultó todo un éxito, aunque un poco escasos los “calboches”, el próximo curso esperamos repetirlo preparándolo con más antelación y que pueda participar todo el centro.
Josefina Fernández.